Así se fugaron del Muro de Berlín en un BMW Isetta en 1963

Era un plan osado: Klaus-Günter Jacobi pretendía esconder a su mejor amigo en un BMW Isetta adaptado y atravesar la explosiva frontera entre las dos Alemanias para escapar de la RDA. Este berlinés nos cuenta su trepidante historia.

Era un 23 de mayo de 1963. La tarde estába oscura y lluviosa: ante el paso fronterizo de la calle Bornholmer Strasse espera un BMW Isetta. Su conductor quiere cruzar de Berlín Este a Berlín Oeste. Los coches se acumulan frente al control de la RDA. La gente está tensa, los soldados también, los perros ladran. Después de una hora, el Isetta llega por fin a la fila. Con caras largas, los guardias miran los documentos e inspeccionan el vehículo. Son minutos de tortura para el joven conductor y mucho más para su amigo quien estaba escondido en un pequeño espacio dentro del pequeño Isetta. Las voces llegan apagadas a su angosto escondite. Solo unos pocos milímetros de metal le separan de la voraz vista de los guardias. De repente, la cubierta del motor se abre desde fuera y se enciende una linterna. Aguanta la respiración… Si los guardias le descubren ahora, su fuga hacia la libertad habrá fracasado y acabará en una prisión de la Alemania del Este.

Klaus-Günter Jacobi, dos metros de alto, pelo canoso y desgreñado, sentado a una mesa redonda de granito verde. A sus 79 años en su departamento de 30 metros en el distrito de Steglitz, Berlín. Armarios de madera, sillas de mimbre con borreguillo y una pequeña y polvorienta televisión de tubo. Desde el balcón se ve, a un par de kilómetros, la colina de Teufelsberg, desde donde los estadounidenses interceptaban y alteraban las señales de radio del bloque del este, dominado por la Unión Soviética.

Klaus-Günter Jacobi nació en 1940 en Pankow, un distrito al este de Berlín. Su padre era oficial, su madre ama de casa. Después de la guerra, el régimen comunista del Partido Socialista Unificado de Alemania condenó a su familia a una vida extremadamente austera. «Siempre tuvimos la esperanza de que las cosas mejorarían», afirma hoy Klaus-Günter Jacobi, «pero ese momento nunca llegaba».

En octubre de 1958, cuando el régimen dejó de emitir cupones de racionamiento y empezó a identificar a los críticos con el sistema como enemigos del Estado, los Jacobi hicieron las maletas y huyeron. Ya desde Alemania Occidental, los refugiados de la RDA empezaron a ver cómo las cosas se pusieron aún peor, cómo la autodenominada «República Democrática Alemana» privaba de libertad de movimiento a sus ciudadanos con muros de piedra y alambre de espino, cómo la gente quería horadar túneles o destrozar con camiones la «muralla antifascista» para recuperar sus derechos o cuántos conciudadanos de la RDA fracasaban en un intento de fuga fallido que acababa con sus huesos en la cárcel. Al menos 140 personas murieron en el Muro de Berlín. Muchos de ellos tiroteados por los guardias fronterizos del este.

Klaus-Günter Jacobi recuerda que fue a visitar a su hermana en París en el Isetta, cómo sus admiradoras contemplaban el coche a su paso o cómo a veces se ponía en cuclillas en el asiento y sacaba la cabeza por el techo solar, ante el asombro de viandantes y conductores. Aunque la experiencia más edificante fue sin duda la huida de la RDA.

Al adaptar el Isetta para convertirlo en un vehículo de escape, Klaus-Günter Jacobi pudo aprovechar su formación profesional: entre 1956 y 1959 había estudiado mecánica en Reinickendorf, en Berlín. Después, cuando se convirtió en profesor de autoescuela, solía poner en práctica esos conocimientos en el taller para ganar unos marcos extra. Por eso, en aquel taller disponía de un sitio seguro en el que hacer unos ajustes al vehículo, además de todas las herramientas necesarias: martillo, cincel, sierra y pintura.

Klaus-Günter Jacobi acudió al taller casi cada tarde durante varias semanas. A medida que se acercaba la fecha de incorporación de Manfred al ejército, la urgencia aumentaba. El jefe a veces abría el taller hasta más tarde, los compañeros se pasaban tras la hora de cierre a echar un vistazo.

La idea era muy simple pero al mismo tiempo riesgosa.

  1. Retirar la balda tras el asiento y soldarla diez centímetros más arriba. Esto permite más libertad de movimiento para trabajar en la adaptación y ofrece más espacio al polizón.
  2. Retirar el asiento, quitar la rueda de repuesto del compartimento y abrir un hueco de paso en la lámina metálica de unos 50 x 50 cm.
  3. Desmantelar el revestimiento del tubo de escape y quitar el filtro de aire, todo lo que ocupe espacio de forma innecesaria.
  4. Las modificaciones técnicas y la posición del pasajero requieren que se doble el tubo de escape.
  5. Colocar una plancha metálica sobre los amortiguadores como protección para no quemarse con el escape.
  6. Para acabar, lijarlo todo bien y recortar la parte baja de los guardabarros de las ruedas traseras para que no vayan arrastrándose por el suelo debido al peso del polizón y levanten sospechas.
  7. El último paso de la adaptación se realiza el propio día de la fuga: tras haberlo soltado ya de su montura, Klaus-Günter Jacobi quita el depósito de gasolina de 13 l del coche y lo sustituye por uno más pequeño, poco mayor que una lata. Los 2 litros de combustible que admite deberían ser suficientes para pasar al refugiado por la frontera…

Espera interminable ante la barrera en la frontera

Al mismo tiempo, Klaus-Günter Jacobi espera en el extremo occidental del puente de Bornholmer Brücke, fumando un cigarrillo tras otro. No deja de mirar a la frontera, de ahí al reloj, ya son las once y veinte, piensa, una hora y media de retraso, y aplasta la colilla contra el asfalto. Y la frontera se cierra a medianoche.

Entonces, justo antes de las doce, la barrera se levanta y tanto el Isetta como el Escarabajo pasan la frontera.

Cuando los dos vehículos han sorteado los obstáculos de hormigón y pasan ante él, Klaus-Günter empieza a correr hasta alcanzar al Isetta.

«¡Manfred! ¡Manfred!» grita.

«¡Klaus!», le devuelve el interior del coche, con una voz queda.

«Vas a salir de ahí ahora mismo».

La comitiva se detiene en un aparcamiento de la calle Grünthaler Strasse. Sacar al refugiado de la RDA de su escondite les lleva cinco minutos: tiene las piernas hinchadas, la espalda le duele un montón, pero no podría estar más feliz: ¡por fin es libre!

El anuncio de BMW ha sido creado por la agencia Jung Von Matt / Alster y la campaña cuenta con una página web donde se explica con todo tipo de detalles la historia de la proeza. También tienen expuesto el BMW Isetta original que cruzó el Muro de Berlín.

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